04 agosto 2012

Perdidos, tanto uno como el otro.

Radiante, no había otra palabra mejor para definirla. Ella siempre lo veía impresionante. Le dio por pensar todos los momentos con él y todos eran increíbles. Pero ahora más que eso. Un día cualquiera en el que no había mejor entretenimiento que la dulzura de amar. De sentir que sus pieles rozaban y respiran el mismo aire de esa oscura habitación. Perdidos entre caricias, besos y algún que otro muerdo. Perdidos. Sí. En el mundo que solo crearon ellos dos, con su imaginación. Se pusieron a imaginar como sería todo perfecto. Pero se dieron cuenta que no había nada mejor que eso. Que ese momento. Sus miradas. Sus sonrisas. Sus "me encantas". Todo eso hacía que fueran tan felices como nunca, al menos ella, había imaginado. Solos. Cerca de sus oídos sonaba una canción tras otra. Cada cual perfecta en cada momento. Como ellos. Como su amor. Perdidos bajo la música, sin atreverse a articular palabra. Solamente se le escapaba un te quiero cada minuto, una sonrisa. Se acerca a su oído y sin pensarlo dos veces le dijo lo primero que supo al quererle: eres mi felicidad. Y los dos se hunden, bajo un tierno beso. Queriéndose, sin más. Haciendo solo suyo ese momento.